Qué fácil es ponerse de acuerdo cuando se quiere. Ayer, el diario Hoy anunciaba una nueva adquisición para el inmobiliario urbano cacereño. Una gran bandera española para que ondee en el centro de la ciudad.
El objetivo de esta bandera no es otro que recordarnos, por si alguna vez se nos olvidó, que pertenecemos a España. Un derroche de imaginación por parte del ayuntamiento de Cáceres frente a una situación muy tensa, pero ¿cuándo tendremos un gesto inverso?
Los extremeños vivimos en un continuo síndrome de Estocolmo. Atónitos, nos sentimos atraídos hacia un territorio del que sólo recibimos mendrugos de pan. No me refiero solamente a las precarias comunicaciones que tenemos, sino también a la falta de interés general. En una tierra donde no se siembra, no se puede recoger nada.
Quien no llora, no mama
Mientras nuestros políticos se ponen de acuerdo en poner banderas nacionales, otros por no hacerlo, reciben grandes inyecciones económicas tanto para infraestructuras como para impulsar la industria. “Quien no llora, no mama” dice el refrán, y nosotros llevamos dormidos años y años.
Seguimos viendo cómo los más jóvenes se van de Extremadura, seguimos viendo la falta de trabajo en Extremadura, seguimos viendo lo difícil que es emprender en la tierra y seguimos viendo que nuestros pueblos se mueren. Una situación más que dolorosa que se adorna con banderas nacionales. Señores gobernantes, seguid poniendo banderas, enormes, gigantes… pero alrededor seguiremos viendo lo de siempre. Invertir y mejorar las zonas rurales del país sería la mejor publicidad nacional.